El corazón que a Triana va

Estoy que me muero de miedo. El lunes, el menda se va a Sevilla y olé porque el martes tiene que hacer el ridículo delante de cien personas, pronunciando una infumable conferencia sobre algo nada interesante. Un auténtico ladrillo, vamos.
Es tal el pánico que se ha apoderado de mí, que he empezado a barajar varias posibilidades para poder escaquearme sin que se note demasiado. Aquí presento algunas de las que he pensado, pero no sé, no me decido por ninguna. Tendré que estrujarme la mollera un poquito más.

• Contraer una repentina enfermedad tropical muy contagiosa que me impida coger aviones. Pero algo chungo de verdad. No sé, una dolencia de esas que cuando las tienes te sudan las manos o, mucho peor, te huele el aliento. Uff.
• Iniciarme, a mis 40 años, en el mundo de las drogas ilegales y chutarme justo antes de que empiece mi show. Ojo, no vale recomendarme que escuche la COPE, que no está el horno para bollos y además, se supone que el que tiene ir drogado soy yo.
• Alegar que el hecho que aceptaba impartir esa charla no era más que una divertidísima broma por mi parte y esperar, con ansia, la cara de chiste simpático que se le pone a los organizadores.
• Contratar un curso de inglés intensivísimo de forma que en el fascículo uno, ya me venga un CD con lo que tengo que explicar y, si puede ser, brillantemente expuesto con una voz parecida a la mía. De esta forma, un socorrido playback me sacará del apuro, siempre y cuando, claro está, un inoportuno ataque de tos no lo estropee todo.
• Buscar un actor que adopte con maestría mi regio porte y que me pueda sustituir sin que nadie se dé cuenta. Espero, eso sí, que no se aloje en mi hotel. Odio compartir mi habitación.
• Proponerle a la audiencia un pequeño cambio en el programa y reemplazar mi aburrida exposición por una interesante sesión de fotos familiares, con sus vacaciones, sus fiestas cumpleaños, sus excursiones a la montaña,... O mejor, por una apasionante partida al "Veo, veo".
• Convencerme de que siempre me pasa lo mismo en estas situaciones, que luego resulta que no es para tanto y que, por tanto, lo mejor que puedo hacer es cumplir como está mandado y disfrutar de una semanita en esa ciudad tan bella.

Me da que me quedo con la última, ¿verdad que sí?
Me voy currar, que se me echa el tiempo encima. Madre mía, qué nervioso estoy.