Dead or alive

Soy un tipo duro. Pero duro de los chungos. De hecho, en breve, mi foto adornará la entrada de todas las comisarías de la Interpol (espero que me saquen mi perfil bueno). Ante mi presencia, las madres recogerán despavoridas a sus retoños en los parques. Las ventanas se cerrarán a mi paso, en las calles, mientras una brisa seca arrastra matojos por la calzada y la plana mayor de la delincuencia organizada mundial, temblará ante el simple recuerdo de mi nombre.

Verás, es que el Viernes intenté asaltar un avión de Iberia. Sí, de acuerdo que lo hice sin darme cuenta, pero ahí estaba yo, chulo como un ocho, poniendo en jaque a la seguridad del espacio aéreo español. Menudo soy yo cuando me pongo.
Resulta que no se me ocurrió otra cosa que intentar entrar en la aeronave que debía transportarme de Asturias a Barcelona, armado hasta los dientes con un peligrosísimo bote de espuma de afeitar en mi maleta. Qué peligroso soy, ¿verdad?

Imagínate la que podría haber liado allí dentro: sólo imaginarlo, se me afloja el esfínter. El siniestro Tanhäuser, tras probar el brebaje que te endosan bajo el nombre de "zumo de naranja", encañona a la azafata con el bote de espuma y la amenaza con destrozarle el peinado. Bufff, eso es terrorismo y lo demás son niñerías.
Menos mal que los sufridos agentes de la Guardia Civil se percataron de mi legendaria peligrosidad y me confiscaron el arma en cuestión cuando intentaba sortear el temido control de seguridad. No se quedaron con mis calcetines usados y eso sí que me extraña pues ante un bote de espuma, no suelo mostrar signos de pánico, pero ante un par de calcetines sudados...

Ahora, que te digo una cosa. En el próximo avión que coja, pienso ir armado con un indetectable tubo de Lacasitos para hacer más grande mi leyenda delictiva. Estos no me conocen.

Por cierto, y lo siento por el Clooney ese, pero hay que ver lo bien que me sienta la barba de tres días. Qué toque canallesco tan agraciado, oye.