Soy un envidioso irreparable, lo reconozco. Basta que alguien pueda fardar de algo para que una babilla viscosa se deslice por la comisura de mis labios, un denso vello negro cubra el hermoso ombligo que adorna mi abdomen y un amarillo intenso nuble la mirada de ese par de luceros que tengo por ojos. Aquí me he pasado un poco ¿no?
Resulta que ayer Efter y Arwen (Arwen y Efter para los amigos) se "picaron" en sus blogs mostrando sus respectivos belenes navideños. Son más cucos. Los belenes, quiero decir... bueno, ellos también.
Cuando los vi, estuve tentado de fundir lo poco que me queda de VISA, adquiriendo el nacimiento más bestia que jamás fuese visto por ojo humano, con el único fin de poder anunciar su instalación, a bombo y platillo, por toda la blogocosa. No obstante, y por razones que no vienen al caso, como esto de la Navidad no va conmigo, me he dicho a mí mismo que mejor me gasto los 132 euros con 40 céntimos que me quedan, en algo que pueda usar durante todo el año: un tanga nuevo, por ejemplo, que el que tengo, de tantas fotos, se me ha estropeado un poquitín.
Total, que para saciar mi sed de venganza he recurrido a mis "ñiñas", que son expertas en el montaje de adornos varios (de desmontar, recoger y ordenar parece que no tanto ¿ves que cosas?).
Así que, como primicia mundial, señoras y señores, les presento el sin par belén entre los belenes. El nacimiento del Tanhäuser home, sweet home.

A veces nos hacemos un cacao mental con las épocas históricas e invitamos a Noé con su zoológico particular. Este año nos falta el papagayo. Es que una vez lo usamos como ficha del Monopoly y desde entonces no lo encontramos. Pobrecillo, lo mismo todavía está pagando la hipoteca de la Plaza de Lavapiés. Maldita crisis.

Otras veces nos da por pasar de pastorcillos descalzos, ovejas y gallinas y en su lugar colocamos gente más divertida. Eso, sí, los pijos esos de la Disney no se pierden una, oye.
Nuestro Doraemon está estropeado. Por mucho que le pidas, de su bolsillo mágico sólo sale polvo, que encima me toca limpiarlo a mí.
Ahora que los veo, ¿de dónde narices han salido esos ositos tan chulis? Me van a oír estas dos.

En ocasiones, quitamos a la mula y en su lugar ponemos a Hello Kitty. Calor no da, es cierto, pero no me negarás que le aporta mucha más categoría al portal.
Mi hija pequeña insistía en colocar, a la cabecera del pesebre, un póster a escala de Hannah Montana, pero yo le dije que no me parecía muy apropiado, que lo mismo los fariseos le iban a meter un puro a San José. Ante mi consejo ella exclamó: "¡vale, pues le pondré uno de Fernando Alonso!". No sé si va a ser peor el remedio que la enfermedad.

La Geografía no la tenemos muy clara todavía, pues en mi casa seguimos pensando que el Mississipi desemboca en el mar Muerto, aunque bien pensado no vamos muy desencaminados, porque con la cantidad de residuos neocons que debe recibir ese pobre río, el lugar donde desemboque, no sé si estará muerto, pero lo que es seguro es que hará una peste de narices.
Apréciese el detalle del caganer. Es su singular homenaje a la posibilidad de que Bush sea uno de los pasajeros del barco.

No me gusta prohibir pero es que en mi casa, la monarquía no está bien vista. Salvo el príncipe de Beukelaer, los miembros de la realeza nos caen un poquitín gordos.
Por eso les solicité amablemente que sustituyeran los Reyes Magos por otro trío más acorde a nuestra manera de ser. Dicha solicitud derivó en una acalorada discusión entre la conveniencia de colocar a Les tres Bessones (Las tres Mellizas) o a tres de las supernenas.
Un cara o cruz decidió que quienes debían ocupar tan honorable lugar serían los personajes de Roser Capdevila.

A pesar de todo, mis hijas amenazaron por cambiar a las simpáticas hermanas anteriores por otros personajes más actuales. Me dijeron que o les dejaba colocar los Reyes Magos u optaban por situar en su lugar a otro trío más famoso: ¡el trío de las Azores!
La repentina contracción de mi esfínter y la pérdida parcial de mi habla, les hizo sospechar que accedía a su petición. Eso sí, como que son unos cachitos de pan, en honor a su maravilloso papá (o sea, a mí), le cedieron a Baltasar el honor de ser el abanderado de nuestra amada tricolor.
El flipe de los ojos de los camellos es debido a que a se los compramos a un ídem.
Y bueno, éste es nuestro Belén. No es muy grande, ni demasiado bonito, pero está muy limpito. No nos ocurre como al de la Basílica Pontificia de San Miguel (Madrid), que a pesar de ser muchísimo más grande y, por supuesto, mucho más pomposo, se les cuela alguna que otra cucaracha...

Ya para acabar, si alguien encuentra al papagayo, que por favor, nos lo diga. Es que la gallina pintada de rojo con rotulador, nos ha quedado muy fea y más que un papagayo, parece un chicle de fresa. ¡Con lo que a mí me gustan los de menta!