Hoy he leído que la "prestigiosa" revista británica Which? Computing Magazine ha realizado un estudio para determinar el grado de salubridad de los teclados de sus ordenadores. Según este estudio, han encontrado más bacterias escondidas entre las letras Q y W que en los váteres de la sede de dicha revista. Hay que ver qué imaginación tiene la gente a la hora de estudiar cosas ¿verdad? Luego dirán que yo soy raro por tender la ropa respetando la armonía de los colores.Por lo que se ve, estos buscamicroorganismos han localizado escondidos entre las teclas a microbios propios de la escobilla de un fan de la fabada, como la afamada Escherichia Colli o el terrible Estafilococo áureo, de la familia de los Aureos de Albacete.Hombre, qué quieres que te diga, yo opino que estos ingleses siempre han sido muy suyos. Aquí, cuando nos defecamos en la madre de Bill Gates, lo hacemos en sentido figurado, sin ánimo de ofender y como pretexto infalible para poder abandonar el puesto de trabajo cinco minutitos mientras se reinicia el Windows, pero ya ves que estos británicos se lo toman todo a la tremenda. Que no bates el récord del Buscaminas... ¡hala! a dejar el teclado lleno de porquería fecal. Qué cochinos son.De todas formas, el estudio no se atreve a acusar al gigante Microsoft como el causante de este desajuste intestinal tan poco saludable. Según dicen, todo se debe a la fea costumbre de comer frente al ordenador. Eso explica muchas cosas, porque los ingleses son expertos en conducir por la izquierda, en cuidar el césped, en adquirir un color inexistente en el modelo RGB cuando vienen a Benidorm e incluso saben hablar inglés sin necesidad de comprar un curso por fascículos de Planeta-Agostini, pero comer, lo que se dice comer, no saben. Yo una vez me compré un sandwich de pollo en el aeropuerto de Heathrow y lo que me supo más sabroso fue el plástico que lo envolvía. Qué asco, por favor. A lo mejor es que lo comestible era el plástico y resulta que los tropezones eran el envoltorio, vete tú a saber. Luego no me extraña que cuando van al váter a hacer sus cosas, aparezca por el ojete alguna tecla de ordenador. ¿Expulsarán alguna con la eñe?
A mí siempre me ha llamado la atención los colores tan raros que tienen las salsas que les echan a las cosas. Yo he estado tentado de montar una cementera con esos aderezos. Lo malo es que el color fucsia que tienen no acaba de estar lo suficientemente logrado. Si al menos fuesen gris merengo, podríamos usarlas para asfaltar carreteras. Pensando, pensando, creo que voy a tener que sugerirle a mi amigo J.B. que someta a su teclado a un análisis de esos. Pobrecillo. Es que J.B. tiene unas manos que pierden peso cuando teclean, más que nada por la cantidad de mugre que sueltan al golpear las irreconocibles letras de su portátil. Una vez, le sugerimos que lo desmontase y que metiese las teclas en lejía durante toda una noche. Como que el remedio no funcionó, al tío no se le ocurrió otra cosa que introducirlas en disolvente, menudo es él... Hombre... limpias quedaron, pero con el pequeño inconveniente que se borraron parcialmente todas las letras. Así que ahora el ordenador está mucho peor porque J.B., en un alarde de inventiva, reparó la, por ejemplo, pata que le faltaba a la A, con una rayita de Tippex. Con el tiempo, a base de usarlo, esas masas de Tippex se han ido extendiendo por las teclas, adoptando formas increíbles, y ya no se sabe si escribe en inglés o en sumerio.
En fin, que ya lo sabes. Yo, a partir de ahora, no uso un ordenador público si no es con guantes esterilizados y un traje de amianto debidamente homologado. Pues no es escrupuloso ni nada mi manicurado índice.