
Qué raro es todo ahora, ¿verdad? Eso de regresar de las vacaciones, ver a los compañeros y a las compañeras y tener miedo de darles la mano o de encasquetarles ese par de ósculos mejilleros bien dados.
Es como si, de repente, esa distancia de seguridad que defendemos frente a aquellos que creen que el desodorante es un adorno del cuarto de baño, la hubiésemos ampliado a todo bicho viviente. Y todo por culpa de esa cosa que llaman gripe A.
Yo creo que este tema se está yendo de madre. En mi siempre modestísima opinión, sostengo que las autoridades sanitarias, en lugar de acojonarnos advirtiéndonos que no nos besemos, que no nos toquemos y lo que es peor, que nos duchemos, deberían lanzar mensajes más imaginativos y que tuviesen el mismo efecto sanitario.
Opino que la ministra de Sanidad, escoltada solemnemente por los ministros de Cultura y de Educación, tendría que celebrar una rueda de prensa para comunicarnos que en plena era de modernidad, ya está bien de tanto beso y tanto abrazo, que parecemos Teletubbies, jolines ya, y que ya es hora de que adoptemos maneras de saludarnos mucho menos primitivas y más acordes con el grado de desarrollo que ha alcanzado el país. Así, debería anunciar la creación de la figura jurídica del "
hortera patrio" e incluir como tal horterada, el apretón de manos o los besos lanzados al aire a ambos lados de las mejillas del saludado. Una vez demonizadas esas antiguas prácticas salutatorias, deberían hacer una agresiva campaña publicitaria con alternativas mucho más "cool", más modernas y, lo que es más importante, mucho más asépticas, que sustituyeran a las anteriores. Veamos algún ejemplo.
- Método mercenario. Cuando veas a la persona a la que debes saludar, en lugar de besarla o de darle la mano, le regalas un billete de 50 euros. Es cierto que en Catalunya, una medida como ésta supondría que no saldríamos de casa ni aunque nos echasen de ella, por miedo a encontrarnos con algún conocido y tenernos que rascar el bolsillo. Bien pensado, eso que nos ahorramos en el sufrido desgaste de los zapatos. La pela, es la pela, ya sabes.
- Método babosa. Consiste básicamente en agasajar a los oídos del saludado con toda una batería de palabras bellas que ensalcen su apuesta figura, a cambio de no rozar ninguna parte de su anatomía. No te creas pero tiene sus ventajas. Por ejemplo, esa secretaria de recursos humanos por la que has suspirado desde que entraste en la oficina, conocerá, al fin, tu opinión sobre el movimiento de sus caderas, la tersura de su rostro o la perfección de sus pestañas y parece que no, pero lo mismo hasta ligas y todo (sin rozarse, eso sí).
Debo reconocer que este sistema tiene sus inconvenientes, porque imagínate que un día tienes que saludar al
lissssto de tu
cuñao. ¿Qué le dices? "
Qué inteligente te has vuelto", "
cuánto has adelgazado" o lo que es peor, "
qué bien me caes". Ya se ve que no funcionaría. Se te escaparía la risita, se notaría demasiado que mientes como un bellaco y acabarías recurriendo al método anterior, con lo que el
lissssto de tu
cuñao, además de ser un gañán, se hará rico a tu costa.
- Método rondalla. Aunque, infructuosamente, Gabino Diego ya lo intentó popularizar en la
oscarizada película de Fernando Trueba, creo que una campaña publicitaria adecuada podrá relanzarlo debidamente.
El método es simple. A la que te encuentres con una amistad, en lugar de besarla, la miras tiernamente, abres tus brazos y sacando ese tenor que todos llevamos dentro le sueltas aquello de "Estas son las mañanitas que cantaba el rey David, hoy por ser día de tu santo, te las cantamos a ti...". Existe una variante menos lograda que consiste en cantarle "Carrascal, Carrascal, qué bonita serenata", pero queda de borracho o de gamberro. Tú mismo, pero opino que para espectáculos lamentables, ya tenemos bastante con la dirección del PP.
- Método ojitos. Requiere destreza, es cierto, pero tiene su aquél. El truco de este método reside en saludar a tu conocido/a con una sugerente caída de párpados de ésas que te bajan los pantalones y te hacen tragar saliva. Te advierto que a la que Monseñor Rouco Varela sepa que la pones en práctica, fijo que te excomulga, porque reconócelo, si
Maria Grazia Cucinotta (menudo apellido, ¿verdad?) te da la mano, ni fú ni fa. Lo único que consigue es que no te la laves y que te llamen guarro. Ahora bien, como te lance una miradita de las suyas, dulcificada por una caída de párpados de las que arrastran pestañas, a más de uno lo ingresan en la UVI.
Advertencia: este método no debe usarse si eres bizco o si tienes resaca. Si padeces ambas cosas, da igual. Bastante tienes con lo tuyo como para ir pensando en saluditos.
En fin, espero que más o menos te haya quedado clara la idea que hay detrás. Yo, por si acaso, voy a ver dónde he puesto el rímel, porque nunca se sabe.
¡Ostras! ¡la una! ¡y mañana tengo que madrugar! Me voy a dormir. Un besit... ups, estooooo, un piropo de buenas noches.