
Estimado señor Tanhäuser.
Es usted mi última esperanza. Me dirijo a usted porque me han chivado que en la pelu, cuando nadie le ve, ojea el Qué me dices. Si a este hecho le unimos la intensa vida social que lleva, tal y como se rumorea en diversos mentideros, considero que es, en estos momentos, la única persona que me puede aconsejar en la terrible encrucijada urdida para mí por el caprichoso destino.
Verá usted, insigne sabio entre los sabios, brillante luz en la oscuridad, poseedor del porte más regio, que jamás fue contemplado por pupila humana.
Resulta que soy una madre madurita, española a la vieja usanza, de las de mantilla los domingos y asistenta, sin papeles, con cofia en la cocina.
Yo era feliz en mi matrimonio ¡Estábamos tan compenetrados mi J y yo! Lo llegamos a tener todo: casa gratis, buen empleo, un ejército de pelotas a nuestro alrededor... Fíjese si nos iban bien las cosas que cuando la inútil de nuestra hija, alcanzó la edad de merecer, logramos casarla con un rico empresario. Un joven galán, que aunque guapo no es, simpático tampoco. Unas risas que nos echamos con él leyendo su apellido al revés.
Pero ¡oh mísera de mí, oh infelice!. La bebida acabó con nuestra vida de anuncio. A mi marido le dio por decir cosas raras con acento tejano, por hablar catalán en la intimidad (malditos dialectos separatistas), por adornar su singular rostro bigoteado, con una melenita propia de un pandillero y por frecuentar el rancho de un amigote extranjero suyo, al que le gusta mucho el bourbon.
Verá, señor Tanji... ups, disculpe esta licencia pero la confianza... ya sabe. Yo me tengo por una mujer tolerante. Eso sí, siempre que se actúe de acuerdo a mis convicciones, claro está. Bien es cierto que digiero bastante mal lo de las macedonias, por aquello de tener que mezclar peras y manzanas (ecs, qué asco), pero aun así, como mujer decente que soy, y asumiendo mi sometimiento al cabeza de mi familia, he sufrido en silencio los escarceos de mi santísimo esposo. Ya sabe, esa mancha de carmín, ese perfume desconocido, esa ropa que huele a leña de otro hogar,... En fin, lo normal. Es bien sabido que la naturaleza del hombre es distinta a la de la mujer y que ellos necesitan desahogar su temperamento fuera del ámbito matrimonial. Siempre ha sido así y no seré yo quien se oponga ¿no le parece?
Lo que no es recibo es que me haya hecho, lo que me ha hecho ese canalla. ¡Ha embarazado a una mora! ¡y encima quince años más joven que él! ¡Virgen santísima del Carmen! dónde vamos a ir a parar. Qué mundo le vamos a dejar a nuestros hijos, qué clase de engendro puede salir de tal unión.
Estoy tan avergonzada que no me atrevo ni a tomar el té con mi amiga E.
Aconséjeme se lo suplico, privilegiada mente sin par.
Es usted mi última esperanza. Me dirijo a usted porque me han chivado que en la pelu, cuando nadie le ve, ojea el Qué me dices. Si a este hecho le unimos la intensa vida social que lleva, tal y como se rumorea en diversos mentideros, considero que es, en estos momentos, la única persona que me puede aconsejar en la terrible encrucijada urdida para mí por el caprichoso destino.
Verá usted, insigne sabio entre los sabios, brillante luz en la oscuridad, poseedor del porte más regio, que jamás fue contemplado por pupila humana.
Resulta que soy una madre madurita, española a la vieja usanza, de las de mantilla los domingos y asistenta, sin papeles, con cofia en la cocina.
Yo era feliz en mi matrimonio ¡Estábamos tan compenetrados mi J y yo! Lo llegamos a tener todo: casa gratis, buen empleo, un ejército de pelotas a nuestro alrededor... Fíjese si nos iban bien las cosas que cuando la inútil de nuestra hija, alcanzó la edad de merecer, logramos casarla con un rico empresario. Un joven galán, que aunque guapo no es, simpático tampoco. Unas risas que nos echamos con él leyendo su apellido al revés.
Pero ¡oh mísera de mí, oh infelice!. La bebida acabó con nuestra vida de anuncio. A mi marido le dio por decir cosas raras con acento tejano, por hablar catalán en la intimidad (malditos dialectos separatistas), por adornar su singular rostro bigoteado, con una melenita propia de un pandillero y por frecuentar el rancho de un amigote extranjero suyo, al que le gusta mucho el bourbon.
Verá, señor Tanji... ups, disculpe esta licencia pero la confianza... ya sabe. Yo me tengo por una mujer tolerante. Eso sí, siempre que se actúe de acuerdo a mis convicciones, claro está. Bien es cierto que digiero bastante mal lo de las macedonias, por aquello de tener que mezclar peras y manzanas (ecs, qué asco), pero aun así, como mujer decente que soy, y asumiendo mi sometimiento al cabeza de mi familia, he sufrido en silencio los escarceos de mi santísimo esposo. Ya sabe, esa mancha de carmín, ese perfume desconocido, esa ropa que huele a leña de otro hogar,... En fin, lo normal. Es bien sabido que la naturaleza del hombre es distinta a la de la mujer y que ellos necesitan desahogar su temperamento fuera del ámbito matrimonial. Siempre ha sido así y no seré yo quien se oponga ¿no le parece?
Lo que no es recibo es que me haya hecho, lo que me ha hecho ese canalla. ¡Ha embarazado a una mora! ¡y encima quince años más joven que él! ¡Virgen santísima del Carmen! dónde vamos a ir a parar. Qué mundo le vamos a dejar a nuestros hijos, qué clase de engendro puede salir de tal unión.
Estoy tan avergonzada que no me atrevo ni a tomar el té con mi amiga E.
Aconséjeme se lo suplico, privilegiada mente sin par.
Fdo: una Leo desesperada.
Querida Leo desesperada.
Con todos mis respetos. Usted lo que es, es una lianta de cuidado. Se le ve el plumero. Porque uno está a la que salta, que si no, cualquiera diría que lo que usted pretende es que encuentre cierto paralelismo entre su desgraciada historia (siento lo de la cornamenta) y cierta noticia sorprendente, publicada hace unos días en algún medio de comunicación. Si a lo que aspira es a que me haga eco de tal magno acontecimiento, sepa usted que no voy a caer en ese patético ardid. Para su información, existe una amenaza de don José M. de cortarle la pilila a quien cite dicha noticia y oiga, qué quiere que le diga, yo a don José M, respeto, el justito, pero a mi pilila... uff, ni se lo imagina.
No obstante, como deferencia al amable escrito que me ha dirigido y mostrando mi más absoluta conformidad con los calificativos que, tan acertadamente, me atribuye, permítame tranquilizarla. Es más fácil que su marido haga dos mil flexiones en un día, que intime con semejante pibón. Tenga en cuenta que un servidor, estando todavía en edad de merecer y gozando de un escultural cuerpo atlético, todavía estoy en las mil novecientas. Así que, si me lo permite, dígale a su marido que deje de tirarse pegotes, cacho fanfarrón y que si abusa de ciertas pildoritas azules, le va a subir la tensión.
Hágame caso y no se crea esas fantasmadas. A lo mejor, lo que le pasa a su marido es que le gusta llamar la atención y es posible que esté un poco a la baja, últimamente. Hágale un caldito y verá cómo se calma.
Por tanto, tranquila. Tómese el té tan ricamente con doña Espe... (ups, con doña E, quiero decir)., que no pasa nada. Eso sí, yo de usted vigilaría un poco más a su yerno, que me han dicho que está muy sueltito últimamente.
Suyo afectísimo
No obstante, como deferencia al amable escrito que me ha dirigido y mostrando mi más absoluta conformidad con los calificativos que, tan acertadamente, me atribuye, permítame tranquilizarla. Es más fácil que su marido haga dos mil flexiones en un día, que intime con semejante pibón. Tenga en cuenta que un servidor, estando todavía en edad de merecer y gozando de un escultural cuerpo atlético, todavía estoy en las mil novecientas. Así que, si me lo permite, dígale a su marido que deje de tirarse pegotes, cacho fanfarrón y que si abusa de ciertas pildoritas azules, le va a subir la tensión.
Hágame caso y no se crea esas fantasmadas. A lo mejor, lo que le pasa a su marido es que le gusta llamar la atención y es posible que esté un poco a la baja, últimamente. Hágale un caldito y verá cómo se calma.
Por tanto, tranquila. Tómese el té tan ricamente con doña Espe... (ups, con doña E, quiero decir)., que no pasa nada. Eso sí, yo de usted vigilaría un poco más a su yerno, que me han dicho que está muy sueltito últimamente.
Suyo afectísimo
Cáncer Desconcertado
Imagen: Christophe Huet.