Yo tengo un amigo (JB, como el whisky) que es muy gafe. Ya hablé de él una vez. Si alguien lo leyó, es aquel tipo del que dije (exagerando un poco) que fue una vez al dentista a hacerse un empaste y salió operado de fimosis. Reconozco que no fue exactamente así, pues lo que ocurrió en realidad (y os aseguro que esto es cierto) es que hace pocos años, entró en un hospital para operarse del menisco y acabó con la vesícula biliar extirpada (a saber con qué dará patadas este tío).
El caso es que el otro día volví a charlar con él. Me va bien siempre que estoy un poco bajo de moral. Es que es mano de santo, oye, pero mano de santo. En diez minutos, mis problemas se convierten en nimiedades y paso a considerarme el tipo más afortunado del mundo ante semejante pupas. A mí me da un poco de pena, pues todo hay que decirlo, es muy buena persona, así que suelo ser su más preciada víctima a la hora de aguantar los relatos de sus infortunios. Hasta recuerdo haber compartido habitación en un hotel con él cuando hemos asistido a algún congreso juntos. Nunca he visto una vida nocturna más intensa que la suya y no penséis mal, que os conozco. Me estoy refiriendo a la cantidad de metano que es capaz de emanar a la atmósfera en la fase REM de su sueño (ríete tú del protocolo de Kyoto), a su capacidad de mover lámparas de techo a base de ronquidos (un día de estos se desinfla) o al más que dudoso arte de entonar dormido fragmentos de canciones de Lluís Llach (menudo repertorio tiene). ¡Qué nochecitas!
Para que uno se pueda hacer una idea, la manía de lavarse las manos antes de orinar y no después, no es invento de Torrente, es invento suyo. Según me dijo, la razón es que así ya tiene el trabajo hecho. Ni que decir tiene que, desde que lo sé, sonrío maliciosamente cada vez que éste le estrecha la mano a alguien.
Como que es un poco neuras, de vez en cuando la gente le gasta alguna bromilla. Hace poco le dijeron que un nuevo tipo de virus informático se propagaba por la red eléctrica. Me imagino su rostro al saberlo, pálido, horrorizado y elucubrando planes diabólicos para destruir tan dañino ser. Como que el hombre además de ser hipocondríaco y gafe, es un crédulo del copón, desde entonces desenchufaba el ordenador todas las noches, antes de irse a casa, por si acaso. El caso es que le dio por pensar que si el tal virus podía contaminar a todo un señor ordenador con sus filtros, su antiespías, su antivirus, su cortafuegos, etc., qué no haría con su modesta cafetera o con el despertador-radio de su mesilla de noche. Así que la segunda fase de su plan de defensa consistió en desenchufar, cada mañana antes de de salir de su casa, todos los aparatos eléctricos. El ritual se repetía cada día, con disciplina militar, hasta que un día que a toda prisa debía irse de viaje, debió considerar que no tenía tiempo de ir jugando con enchufes pues podía perder el avión (no sería la primera vez que le pasa eso a JB) y tomó una medida un poco más drástica. Decidió cortar la luz de casa. Ya me lo imagino saliendo de su adorable hogar, cargado con su maleta, su cartera y con una sonrisa victoriosa dibujada en los labios. Seis días estuvo fuera y en ese tiempo, el frigorífico hizo de las suyas. Conociéndolo, debía tener media Antártida metida en el congelador y claro, con el calor, esa media Antártida se escapó de su nevera y acabó en el techo de su vecina de abajo. Vamos, que lo de Ice Age 2, no es más que una versión novelada de la vida de JB. No sólo eso. El siempre ha fardado de que es un cocinero excelente, cosa que nunca he osado averiguar, más que nada porque los precedentes de sus emisiones anales de metano y el color de piel que trae algunas mañanas delatan digestiones más que angustiosas. Según me contó, tenía el frigorífico lleno de comida (materia orgánica, vamos) y ahora su hogar huele a muerto mucho más que antes (no lo he dicho, pero es que además le huelen los pies). A lo mejor lo contrata el CSIC, quién sabe.
Sí, sé que diréis que tampoco es para tanto, que la compañía de seguros se encargará de todo, pero como que JB no se fía de los bancos paga los recibos a tocateja. El caso es que al pobre se le pasó la fecha y resulta que está sin seguro y la vecina de abajo quejándose de que el agua de su techo huele raro y tiene un color indefinido entre gris, verde y fucsia pálido. Encima de gafe, hortera.